
Proporción áurea. La clave para entender la magia del cosmos
Mi niña, te echaré de menos si te vas, pero así es la vida para lo que no está para más que entre nosotros nos despidamos con un gran abrazo por todas las cosas que nos esperan cuando nos volvamos a ver. Gracias papá: te amo.
Pasa tan rápido el tiempo que a veces se me escapan las cosas más sutiles que hemos logrado vivir, por lo que es necesario tomarse el momento más tranquilo de la jornada y reflexionar sobre lo que somos como especie y saber que ocupamos nuestras inteligencias específicas cuando nos conectamos con todas las áreas del conocimiento a lo largo de las semanas, por ejemplo: siempre saboreamos la química al degustar un bocado y una bebida, incluso nos mantenemos en contacto con nosotros al interactuar con nuestros celulares o más sutilmente, al sentirnos mal, debido a un desequilibrio de la química interna de cada uno de nuestros cuerpos.
Sigamos observando y pensemos en otra área de conocimiento considerada ciencia exacta, tal como lo es la matemática que, en este caso, me conviene señalar la estrecha relación existente con la química debido a que ésta es un cúmulo infinito de transformaciones pero no serían evidentes sin las matemáticas, ya que, es imperiosa la necesidad de certidumbre: ante el aumento del poder de predicción, la interpretación de resultados y el establecimiento de teorías (Herradón, 2011).
Ahora pensemos en la magia, el universo y el arte sin dejar de lado las bellas ciencias. Es curioso el acto de la magia porque descubrí que para vivir feliz es necesario explorar, admirar, aprender algo nuevo y aplicarlo en beneficio compartido y en el acto de la magia podemos ser espectadores y obtener solamente la admiración y la exploración pero si somos «el mago» accedemos a la exploración consciente, a la investigación y compartir el resultado en comunidad.
Ahora bien, imagina el nacimiento de algo natural o artificial, cualquier cosa… ¡en este momento hay magia y ciencia!, yo mientras imaginaré el nacimiento de un hombre, cualquiera, sugeriré que lleve el nombre de Phidias, pero de cariño le diré Phi, quien creció y se volvió admirador de la naturaleza, al buscar una ocupación eligió ser escultor debido a que notó que cuando los seres vivos crecen mantienen una forma similar, la cual es llamada proporción y decidió incluirla en cada escultura humana que realizara en adelante.
Investigada hasta nuestros días, la proporción se ha observado desde la antigüedad en las esculturas de Fidias (500 a. C – 432 d. C), para el Partenón. Posteriormente, Platón (428 a. C-347 d. C), estudió y consolidó la proporción reiterativa, a la cual se denominó proporción Áurea y que relaciona como la clave para entender el cosmos. Euclides (365 a. C – 300 d. C) en su libro, Elementos de la geometría, define la proporción de la áurea de una recta. Leonardo Fibonacci (1170 d. C – 1240 d. C), amplió y obtuvo la sucesión numérica e investigó más características peculiares sobre ella.
Durante el período del Renacimiento (Europa Occidental, siglos XV y XVI), artistas como Leonardo Da Vinci, Botticelli, o Alberto Durero, incluyeron en sus obras artísticas la divina proporción, probablemente Durero se internó tanto en la idea gráfica de la espiral de oro , que sin embargo no era tan exacto. Para ilustrar las composiciones realizadas en aquella época, les mostramos el cuadro, La Nascita di Venere (Nacimiento de Venus) del artista Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi, apodado Sandro Botticelli (1445-1510).
Sandro Botticelli. EL nacimiento de Venus. 1482-1484. Le Gallerie Degli Uffizi
En este cuadro observamos una composición basada principalmente en cuatro espirales áureos, que describen las posiciones de las figuras humanas, las cuáles están colocadas de manera paralela a estas secciones áureas. Por lo tanto, dentro de la composición podemos notar una armonía que potencializa a la escena contundente de presentación femenina, que en la temática simboliza a la diosa Venus (amor) dentro de una trama armonizada por las secciones de oro que caracterizan a la naturaleza y su proporción universal.
Vayamos por otro ejemplo contundente sobre la composición basada en la sección áurea, el gran maestro de la pintura, Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599?- 1660). Artista dedicado exclusivamente al formato bidimensional, el cuál se desarrolló durante el Barroco español. Elegí a Velázquez porque en este cuadro es posible apreciar no sólo la composición áurea, sino el reto que antepone al espectador; esta es una obra construida sobre el concepto de percepción, que engloba a la pintura misma haciendo referencia hacia aquella época: función, observación, incógnita, habilidad, simbología y mecenazgo.
Diego Velázquez. Las meninas. 1656. Museo del Padro. Madrid
Se aprecian principalmente cuatro espirales áureos, los cuáles atraviesan las miradas de las figuras. Se observa cómo, en el flanco derecho inferior, el personaje que coloca un pie sobre el perro, mantiene su pierna de apoyo en dos espirales áureos cruzados, la Infanta sigue dos líneas áureas, una vertical y otra diagonal y el pincel de Velázquez sigue una curva espiral, etc., La escena presenta a la infanta Margarita con su corte, sus padres los reyes Felipe IV y la reina Mariana de Austria, los cuáles aparecen en un reflejo al centro del cuadro y el autorretrato de Velázquez que nos deja con la duda sobre lo que ocurre en ese momento (Calvo Santos, s.f.).
Bibliografía Calvo Santos, M. (s.f.). historia-arte.com. Recuperado el 09 de Octubre de 2018, de historia-arte.com Herradón, B. (2 de Diciembre de 2011). Recuperado el 9 de Octubre de 2018, de Los avances de la Química Hueso, G. F. (3 de Enero de 2011). Obtenido de ZihtuDresden