
Herlinda Sánchez Laurel Zúñiga. Origen y trascendencia
El presente texto conforma parte de una investigación que inicié en el 2010 sobre la vida y obra de la maestra Herlinda Sánchez Laurel Zúñiga, quien a través de las diversas entrevistas y charlas que tuvimos, siempre respondía muy atenta a todas las preguntas para compartir lo que ha hecho, sus desventuras y por supuesto sus certezas propiamente en el camino del arte.
El trayecto de la historia de la maestra Herlinda comenzó en la avenida Miramar, en Ensenada, Baja California, lugar donde nació el día 24 de mayo de 1941. Sus padres fueron Doña Carlota Zúñiga de Sánchez Laurel y Don Alejandro Sánchez Laurel Castro. Herlinda es la mayor de cinco hermanos, creció en el seno de una familia económicamente estable, pues su padre era el único hojalatero del lugar en ese entonces; fue a través de él que tuvo sus primeros acercamientos al arte ya que Don Alejandro, en sus inicios, se dedicó a la ilustración para los talleres de Walt Disney en los Ángeles, California.
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Autor desconocido. Herlinda con sus padres y hermana, ca. 1951. ©Col. HSLS
Francisca Zúñiga, era el nombre de su nana, tía de la madre de Herlinda, de quien tiene recuerdos entrañables porque representaba una autoridad y protección familiar que también le brindó amor y educación. Entre los bocetos y apuntes que revisé en la casa de la pintora, encontré un poema que ella escribió dedicado póstumamente a su nana el cual tituló A mi nana Pachita. Doña Francisca Zúñiga, escrito el 23 de mayo de 1979, del cual entresaqué el siguiente fragmento:
Aunque digan los otros que estás muerta,
son las mismas estrellas las que nos cobijan,
es el mismo firmamento el que nos vigila.
Quisiera saber si estás despierta o dormida,
si sólo juegas a morir o simplemente me olvidas.
Extraño tu sonrisa, el coquetear continuo de tu dulce mirada
nana, mujer hecha de fuerza y enredaderas tersas.
Tú hubieras podido ser ahora,
mi más cercana y amada camarada.
Es lo más grande que puedo yo decirte,
que puedo pronunciar con esperanza, nana.
Durante su infancia también existió otra mujer importante en su vida, Alejandrina, la madre de su padre, quien fue una maestra rural que recorrió la ruta desde La Paz hasta Ensenada enseñando a leer y a escribir en los pueblos. Se estableció en Ensenada, y desde allí continuó su labor en las rancherías aledañas, de ella Herlinda adquirió el gusto por compartir el conocimiento, pues cuando era niña visitaba, los fines de semana, los ranchos donde estuvieran su abuela o sus tías, junto con sus hermanas y primos, ya que su padre siempre seguía a su madre, por lo tanto se desenvolvió en ambiente de campos y granjas, ordeñando a las vacas y alimentando a los chivos y borregos recién nacidos. La cercanía con los animales, así como el paisaje del mar y del desierto fueron escenarios de los que la pintora evocó al enfrentar con decisión, valor y creatividad su vocación.
Herlinda estudió la educación básica en el Colegio México de la red de Colegios del Espíritu Santo. Uno de sus primeros empleos fue en un banco, en el que llevó una carrera bastante intensa al punto de ganar la gerencia de una sucursal, pero su vocación e inquietud por el arte la guiaron hacia otro camino. Desde muy pequeña comenzó a dibujar, ella recuerda cómo elaboraba los trabajos artísticos de compañeros en la escuela para presentar tareas, con lo cual a veces ganaba algunos centavos. Herlinda hizo a un lado la idea de estudiar una carrera corta y formar una familia. Su destino estaba en la pintura, disciplina que le exigiría por completo su tiempo y atención.
Sin haber tomado alguna lección formal de pintura, Herlinda participó en los primeros concursos que el Departamento de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma de Baja California comenzó a auspiciar durante los años sesenta, periodo de transición y consolidación para las artes plásticas de esa entidad[1]. Así, en 1964, Herlinda obtuvo el segundo lugar en el Concurso Estatal de Pintura. Para este certamen presentó una pintura, ahora desaparecida, con influencias del artista zacatecano Francisco Goitia (1882–1960).
Enseguida de este hecho venturoso emigró, con pocos recursos económicos, a la ciudad de México con la finalidad de lograr sus objetivos artísticos. Para sobrevivir compartió vivienda con otros estudiantes y a pesar de que su familia no la apoyaba en su decisión de dedicarse a la pintura, por ser una actividad “que no le daría futuro”, ingresó en 1965 a la Escuela Nacional de Pintura y Escultura La Esmeralda, donde se enriqueció con las cátedras de profesores como Francisco Zúñiga Chavarría (1912–1998), Santos Balmori Picazo (1899–1992), Fernando Castro Pacheco (1918), Isidoro Ocampo (1910–1983), Armando López Carmona (1924–2002), Ernesto Vázquez Beltrán, Javier Iñiguez, Eduardo Castellanos y Rosa Castillo Santiago (1910-1989).
Francisco Porragas e Hijos. Exposición individual. Diciembre. Difusión Cultural de la Universidad Autónoma de Baja California, 1967. ©Col. HSLS
Leer más sobre el tema: La gráfica del 68. Colección y memoria de Herlinda Sánchez Laurel Zúñiga
Imagen de portada: Autor desconocido. Herlinda. Ensenada Baja California, ca. 1961. ©Col. HSLS
[1] “El camino de la plástica bajacaliforniana como una búsqueda artística, se inicia en los años cincuenta cuando comienzan a llegar a esas tierras pintores y escultores de otras partes del país. La piedra de Fundación es doble: la creación por un lado de la escuela de artes plásticas “José Clemente Orozco” en 1956, en Mexicali, gracias al empeño del muralista Jesús Álvarez Amaya y del maestro en Artes Fernando Robledo Dávila. Y por otra parte, la formación del círculo de Arte y Cultura A.C. en Tijuana, en 1956” ver en Gabriel Trujillo Muñoz. Entrecruzamientos: la cultura bajacaliforniana, sus autores y sus obras. Mexicali, Baja California: Plaza y Valdés Editores / UABC, 2002, p. 166.
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