
El entierro de Zapata. ¡Adiós, mi buen General!
EL ENTIERRO DE ZAPATA
Hoja volante publicada en 1919, con corrido dedicado a Emiliano Zapata.
Autor: Anónimo
Grabado: José Guadalupe Posada
Imprenta de Antonio Vanegas Arroyo. México
De Izúcar participaron al Gobernador poblano que ya Zapata el inhumano los suyos lo sepultaron. Las órdenes se libraron, tal nueva por confirmar, el cadáver de exhumar, como de hecho lo intentaron, mas... ¡ni la fosa encontraron los que fuéronlo a buscar! Tal noticia resultó no quedar bien confirmada; la muerte no fue aclarada y en duda el hecho quedó. Zapata siempre le huyó a la tremenda pelona, que no respeta persona por mas que sea general; aquel Atila fatal usa yegua muy trotona. ¿Cómo se puede explicar que el tremendo forajido que tan zarandeado ha sido en todo pueblo y lugar, haya logrado escapar de que le toque un balazo, una pedrada, un trancazo, que cadáver lo volviera, si al peligro se metiera en toda ocasión y caso? La verdad es que el Atila, que resultó cimarrón, le vacila el corazón cuando en la muerte cavila. Él lleva vida tranquila, juzgándose general, un hombre grande y formal que por los pobres combate; mas esto es un disparate, que bien llena un gran costal. Lo que le gusta a Emiliano es andar muy galoneado, bien vestido, bien montado, y con el rifle en la mano; tener de plata un arcano, pasársela alegremente, tratarse cómodamente y estar de las balas lejos, lo mismo que los conejos, que les huyen reciamente. Me cuentan que cuando llegan sus gentes a un campamento toman allí su alimento y a la plática se entregan; como los muchachos juegan; y entretanto el Jefe aquél, siendo a sus costumbres fiel, se esconde de sus soldados, y son contados, contados, los que saben dónde está él. Anda, mi buen Zapatita, no te vayas a asustar, pues te puedes enfermar y entonces Morelos grita. Tú le haces mucha faltita, pues contigo es muy feliz; no has cometido un desliz, tu vida es recta y honrada; anda, criatura mimada; vive, goza, se feliz. Haces bien en esconderte, pues lo pueden traicionar; y entonces ¿qué va a pasar con un hombre tan valiente? Un labriego impertinente tu Judas pudiera ser. Haces muy bien en temer y en defender tu existencia, porque tienes la conciencia del bien que puedes hacer. ¡Oh, apreciable valedor! ¡Cómo te chiqueas el cuero! quiérete mucho, aparcero, que así vivirás mejor. No tengas ningún temor, que al fin tu existencia es buena, no causas ninguna pena, ningún disgusto o dolor porque de ardoroso amor está tu alma noble llena. Tú no eres ningún bandido que incendie haciendas ni aldeas, si tal dicen, no lo creas; injustos contigo han sido. Sin duda te han confundido con alguien que mal obró. No te aflijas, se acabó; goza de tu abril y mayo, ensilla tu buen caballo y ¡a darle, que ya empezó! Te bendicen muchas viudas, muchas doncellas te aclaman, su salvador te proclaman y en ello no tienen dudas. Aún las piedras, que son mudas, tienen lengua para ti, y con vivo frenesí ellas tus hazañas cantan, y en las cimas se levantan queriendo mirarte así. Adiós, mi buen general, mi soberano Zapata, perdona la musa ingrata y el canto tan desigual. Tú que eres ya colosal, y que te igualas a Atila, recétame un buen tequila por tu fama de valiente, que ni temes a la gente ni tu alma jamás vacila.
Library of Congress Prints and Photographs Division Washington, D.C. USA 20540