
Alberto Fuster, artista y escapista. Un modernista sui géneris
El pintor Alberto Fuster Beltrán (Tlacotalpan, Veracruz, 1872 – Austin, Texas, 1922), realizó los primeros estudios en su estado natal, posiblemente bajo la tutela de Salvador Ferrando (1835–1908), artífice de formación europea especializado en retratos y paisajes. Fuster vivió por largos periodos en Francia e Italia. Destaca por sus composiciones alegóricas y simbólicas, además se le conoce como copista y retratista de personalidades de la época. Desempeñó cargos diplomáticos y académicos. En su momento causó estupor la noticia de su suicidio, acaecido en Austin, Texas.
Tras morir, su obra, escasa y dispersa, se olvidó debido al auge de la pintura de talante nacionalista de las décadas subsecuentes, aunque cabe recalcar que dentro del modernismo, la obra del jarocho no encajaba con las corrientes dominantes. Ana Sofía Lagunes Castillo lo aclara: “En definitiva, el modernismo de corte parnasiano, es decir, con una marcada preferencia por la antigüedad clásica, tan socorrido por el pintor, no tenía cabida dentro de los moldes impuestos por el viraje en la sensibilidad modernista”.[1]
La obra de Fuster acusa las influencias formales y teóricas de Lawrence Alma Tadema, Puvis de Chavannes, Gustave Moreau, los prerrafaelitas, Giovanni Segantini y Giuseppe Pellizza da Volpedo. Llama la atención que así como Alberto Fuster fue un autor que cayó en el olvido y quedó fuera de las grandes narrativas de la historia del arte en México, la mayoría de los autores antedichos también corrieron con la misma suerte en sus respectivos contextos.
El artista escurridizo, el Peter Pan del arte mexicano
Alberto Fuster fue contundente en la persecución de un modelo de vida. Por décadas osciló entre la precariedad (becas, por las que llegaba a rogar intensamente) y las pingües adquisiciones de particulares. La suya fue una sempiterna lucha por obtener el patrocinio del Estado, siempre al borde de la indefensión, aunque al mismo tiempo, paradójicamente, recorría el mundo del arte (Europa) y se empapaba de él y los personajes que lo alumbraban. Fuster gustaba de vivir in extremis.
Aprendió a perseverar, a doblar la voluntad, convencer o imponerse a los funcionarios en turno para lograr que la burocracia financiara durante largos años su vida en Europa. Su logro de estancias por décadas en el extranjero merece una monografía en sí misma. Alabó y lisonjeó a todo personaje que fuera clave para sus fines, incluido el presidente de la República. Es un hecho muy interesante que los artistas de la época porfiriana tuvieran, de un modo u otro, acceso a la Presidencia y que asuntos como pensiones y financiamientos a pintores se decidieran en las oficinas de Porfirio Díaz, situación que ser antoja improbable en nuestros días.
La insistencia de Fuster en ser un eterno alumno, una especie de Peter Pan del modernismo mexicano nos ilustra sobre un personaje egoísta e intransigente, ciego ante su propio proyecto de vida, errante, complejo. Lo particular y personal de la obra del veracruzano, al parecer inmune a las tendencias en mayor boga, acaso le dan algo de razón a la crítica artística de su época, que no comprendía la falta de “evolución” en Fuster después de tantos años en eterna formación europea.
Empero, Fuster no puede ser juzgado en un proceso evolutivo, puesto que no existe tal. Desde buen comienzo fue un pintor particularísimo, individual, cuya búsqueda estética consistió en el escapismo. El escapismo de la realidad veracruzana y mexicana, escape de las instituciones establecidas, escape de las diversas corrientes desarrollándose a su alrededor. Escape a su mundo singular en el que cabían los temas de talante espiritual y formas trasnochadas, y, cabe decirlo, escape para ejercer su sexualidad sin el ojo curioso de nadie conocido que lo pudiera señalar.
Una valoración actual
Para los estudiosos de hoy es especialmente fascinante la obra de Fuster, siempre problemática desde el punto de vista técnico o ideológico: el autor en cuestión polariza las opiniones, sus simpatizantes le alaban el carácter elevado, místico, idílico de su quehacer y los detractores básicamente afirman que el señor no sabía pintar. Tal vez la única pieza que ha merecido alabanzas generalizadas o por lo menos comentarios positivos universales es Rosa Mystica, de 1899, mostrada en la Exposición Universal de París de 1900 y hoy perteneciente a la colección de Andrés Blaisten.
Es muy notable el hecho de que una importante cantidad de pinturas de Fuster, consignadas en publicaciones de época, hoy en día acusen paradero desconocido. Entre las piezas que sobreviven, acaso las más importantes sean Ensueño o Juicio de Paris, Virgilio declamando, Tríptico de los Rebeldes, resguardadas en la Casa de la Cultura “Agustín Lara”, de Tlacotalpan; Rosa Mystica, de la Colección Andrés Blaisten, Mi abuela vestida en traje de novia, del Museo Salvador Ferrando de Tlacotalpan y las más conocidas, albergadas en el Museo Nacional de Arte: Apoteosis de la paz, Culto a la belleza y Tríptico al maestro Justo Sierra.
El veracruzano es un artista muy adecuado para el siglo XXI, sin ningún afán peyorativo, en su obra podemos ver características o indicios de lo camp, lo cursi y lo torcido. Hoy en día bien se podría apreciar a Fuster mediante repertorios impensables o inexistentes en el siglo XX. No obstante la importancia que remarca la historia del arte en situar al artista en su tiempo y espacio, es posible valorar a Fuster fuera de las severísimas categorías decimonónicas y de las elevadas pretensiones de originalidad del veinte. ¿Por qué no, hablar de un modernismo camp, de un simbolismo protoqueer o de un manierismo cursi tardío?
Artistas excéntricos como Fuster llaman a realizar importante esfuerzo interpretativo, y en el siglo XXI, en el que hay corrientes ideológicas que nos invitan a trascender las jerarquías establecidas, el trabajo de nuestro artista bien podría invitarnos a ello.
Alberto Fuster Beltrán. Rosa Mystica. 1899. Óleo sobre tela. Colección Blaisten
Alberto Fuster Beltrán. Apoteosis de la paz. Óleo sobre tela. Museo Nacional de Arte, INBA Acervo constitutivo, 1982
Alberto Fuster Beltrán. Culto a la belleza. Óleo sobre tela. Museo Nacional de Arte, INBA Acervo constitutivo, 1982
Alberto Fuster Beltrán. Tríptico al maestro Justo Sierra. Óleo sobre cartón sobre tela. Museo Nacional de Arte, INBA Acervo constitutivo, 1982
BIBLIOGRAFÍA Y CIBEROGRAFÍA
Alberto Fuster, 1877-1922. Museo Blaisten
Arte moderno de México. Colección Andrés Blaisten, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005.
Guía del Museo Nacional de Arte, Conaculta, INBA, 2006.
Lagunes Castillo, Ana Sofía, Alberto Fuster (1872-1922). Una profunda mirada del simbolismo en México, Xalapa, Secretaría de Educación de Veracruz-Comisión Estatal para los festejos del Centenario y Bicentenario, 2010.
[1] Ana Sofía Lagunes Castillo, Alberto Fuster (1872-1922). Una profunda mirada del simbolismo en México, Xalapa, Secretaría de Educación de Veracruz-Comisión Estatal para los festejos del Centenario y Bicentenario, 2010, p.126.
Tengo un cuadro antiguo