
Transición de la pintura de paisaje de la Edad Media al Renacimiento
Una de las primeras manifestaciones mediante la cual, el ser humano se apropió de su entorno y creó un nexo cósmico con la Naturaleza, fue la pintura, creando un lenguaje puro, básico, abstracto, monocromático donde lo bidimensional estableció su característica esencial.
No intentaba recrear su entorno sino comprender su contexto. La evolución de esa pintura a lo largo de la Antigüedad, tornó el sentido cósmico en un aspecto mayoritariamente ornamental, de ello dan prueba tapices y murales de salones en casas particulares. Será el Medio Oriente, quien mediante la cromaticidad, conserve y madure el aspecto simbólico del paisaje, sin embargo no se constituye como un tema en sí mismo, siempre estará supeditado a la narración, personajes, espacio.
Durante la Alta Edad Media, como resultado del surgimiento del sistema feudal, del discurso y coexistencia del cristianismo y el islamismo, el paisaje se maneja como un fondo simbólico y no en la representación de tiempos o espacios como tal. Y será hacia el siglo XIV que iniciará un camino de exploración y observación por parte de personajes importantes en la historia del arte como serán Giotto para Italia, o bien Alberto Durero en Alemania y los Países Bajos. De igual forma, es en esos tiempos que las formas, temas y técnicas forjarán discursos diferentes entre Occidente y Oriente. Dejando herencias como los fondos dorados con sutiles texturas para las Madonas o Vírgenes.
La Iglesia requería acercar al hombre a Dios y con ello someterlo a su poder, instituyendo una forma de dominio en la que la razón quedó supeditada a la fe. Por su parte el señor feudal debía demostrar su poder como caballero y siervo de Dios ante un pueblo predominantemente analfabeta. Por tanto la pintura se torna en una herramienta didáctica y testimonial. El paisaje entonces —quizás por primera vez bajo ese enfoque— se vuelve tema sin serlo, narrar una batalla o una escena de cacería, implica plasmar un paisaje: montañas, bosques, ríos, flores, animales. De igual manera, una escena bíblica, requerirá un aspecto más humano y por tanto el paisaje nace como la escenografía ideal.
Será Giotto el primero en sustituir el fondo divino dorado por un paisaje real en su obra Lamentación sobre Cristo muerto pintado entre 1302 y 1305, obra que en el área del cielo representa una serie de ángeles carentes de profundidad, pero cuyo emplazamiento ya deja intuir espacio. La recreación de rocas, probablemente torpe para una mirada actual, es resultado de la experimentación y observación que dará pauta a la perspectiva y por tanto de la proporción.
Giotto. Lamentación sobre Cristo muerto. 1302-1305. Capilla de los Scrovegni de Padua
Para los siglos XV y XVI, el cambio en la mentalidad y visión del entorno, como consecuencia del naciente Humanismo, impactaría directamente en el arte. El mirar al mundo bajo otros enfoques dicto la necesidad subjetiva de plasmar esa su nueva realidad y conceptualización, con la evolución de lenguajes y códigos. Europa se diversificó a merced de los cambios provocados por el desarrollo social e ideológico tanto por el Humanismo, como por las doctrinas eclesiásticas, las conquistas territoriales y la conformación misma de una Europa que se transformaba de feudal a burguesa. De esta forma, el hombre dejó la pura contemplación para transformar y crear así un lenguaje más humanista y real, tanto de los personajes como del paisaje.
La técnica irá de la mano de esta evolución; surge la perspectiva, el escorzo y la composición de Mantegna, Ucello y Gozzolli; el estudio de la luz con Piero de la Francesca, el color de Fra Angélico, los manejos espaciales de Masaccio y por supuesto las obras de Alberto Dudero y de Leonardo da Vinci. Así, el paisaje dejo de ser fondo para ser elemento compositivo básico, en la intensión plena de hacer de la pintura un discurso real, humanista y espiritual; sin olvidar lo simbólico pero dejando si, lo meramente ornamental. Con lo cual inicio el camino que lo tornaría en todo un género llegando ser el tema en sí mismo.
Pedro Berruguete. La adoración de los Reyes Magos, s.f. Óleo sobre tabla. Escuela española. Museo Nacional de San Carlos/INBA
Maestro de la Sibila Tiburtina. La resurrección de Lázaro, s.f. Óleo sobre tabla. Escuela neerlandesa. Museo Nacional de San Carlos/INBA
Marcellius Koffermans. La Crucifixión, s. f. Óleo sobre tabla. Escuela neerlandesa. Museo Nacional de San Carlos/INBA
Alberto Durero. La fábrica de trefilado (1489 – 1494). Acuarela. Kupferstichkabinett del Staatliche Museen zu Berlin – Preußischer Kulturbesitz. ©Foto: Jörg P. Anders
Leonardo da Vinci. La Virgen de las Rocas. ca. 1491-1486. Óleo sobre tabla. National Gallery, London