
«Estudios sobre iconología», de Erwin Panofsky | Reseña
Erwin Panofsky (Hanover, 1892 – Princeton, 1968) fue uno de los más importantes historiadores del arte del siglo XX, nacido en Alemania, y posteriormente afincado en los Estados Unidos, realizó numerosos estudios sobre el arte desde el Medievo hasta el Barroco. Panofsky tenía interés en estudiar la Iconografía, y las disciplinas alrededor de ella. En su obra Estudios sobre iconología, publicado originalmente en 1939, muestra un método de análisis e interpretación. Se trata de una obra clásica y paradigmática en la historiografía del arte: su estudio es sin duda obligatorio en la formación de profesionales en la materia y su propuesta metodológica persiste en importancia en el siglo XXI. Según el historiador del arte, las fases en las que se puede estudiar la iconología se enumeran de la siguiente manera:
Interpretación con respecto a la vida diaria
En el texto se define a la Iconografía como ‘la rama de la Historia del Arte que se ocupa del contenido temático o significado de las obras de arte, en cuanto algo distinto de su forma’. En un primer tiempo, el autor aborda el tema de cómo interpretamos las cosas, objetos, ademanes, o situaciones que vemos en la vida diaria; entonces procede a definir los términos con los que él entiende el análisis de los mismos; así, intenta definir la diferencia ente un contenido temático o significado por un lado, y forma, por el otro.
Al ver un objeto, se logra identificar un significado fáctico (lo que es pragmáticamente hablando); la reacción al objeto da como resultado un significado expresivo; y la combinación de ambos forman el significado primario de lo que vemos. Después, cuando se interpreta un gesto, o la acción de un objeto se llega al significado secundario, que es más bien inteligible. El significado extrínseco está por encima de las voliciones conscientes, sustenta y explica la manifestación visible del objeto/sujeto y el significado inteligible.
Así pues: ‘trasladando este análisis de la vida diaria a la obra de arte, podemos distinguir en su contenido temático o significado de estos tres mismos niveles”.
El método
1) Contenido temático natural o primario subdividido en Fáctico y Expresivo:
En este punto, se realiza una descripción pre-iconográfica de la obra de arte: formas puras, objetos naturales, además se identificarán cualidades y expresiones de los personajes; gestos (de una expresión feliz a una de molestia), la atmósfera en que se encuentren, además de motivos artísticos. En esta fase del análisis, puede basarse en la experiencia práctica de reconocer formas y comportamientos.
2) Contenido Secundario o Convencional:
En la segunda etapa se emprenderá la relación de los motivos artísticos (composiciones), con temas o conceptos. Por “motivos artísticos” podremos entender que se tratan de aquellos elementos que son portadores de un significado secundario o convencional; lo que comúnmente llamamos también “imagen”; o tradicionalmente “historias y alegorías”.
Empero, el análisis presupone que el intérprete esté familiarizado con los temas o conceptos específicos, o sea, el potencial contenido secundario o convencional, tal y como han sido transmitidos a través de las fuentes literarias. Se debe estar consciente de lo que Panofsky denomina “Historia de los tipos”: saber cómo y con qué elementos se han representado los motivos artísticos durante las diversas etapas históricas. El conocimiento de las fuentes literarias no garantiza en ningún momento la infalibilidad al momento de la identificación.
3) Significado Intrínseco o Contenido:
Aquí se trata de una interpretación iconográfica en un sentido más profundo; se intenta dar el paso a una transición directa de motivos a contenido: se señalarán periodos o fenómenos excepcionales, las fases tempranas, medias o tardías de alguna forma de expresión artística. El análisis contemplará el conocimiento de los síntomas culturales o símbolos en general. Para comprender estos principios (la interpretación profunda), se necesita de una facultad mental similar a la del individuo que efectúa un “diagnóstico”, lo que Panofsky llama “intuición sintética”, aunque cualquier aproximación intuitiva siempre estará condicionada por la psicología y la Weltanschauung del intérprete. Así, del mismo modo que nuestra experiencia práctica tiene que ser controlada por una percatación de la manera en la cual bajo condiciones históricas diferentes temas y conceptos específicos son expresados por objetos y acciones (historia de los tipos), igualmente la intuición sintética debe ser controlada, para poder se capaces de distinguir entre épocas y tendencias generales dentro de la expresión artística humana, o tradición.
Posteriormente, el autor se dedica a explicarnos los rasgos que el considera pertinente mencionar acerca de la iconografía en el Renacimiento, y nos explica como entiende él el proceso por el cual estos se manifestaron.
Iconografía en el Renacimiento
Panofsky afirma que aquel periodo que denominamos la “Edad Media” no estuvo ciega en tanto los valores artísticos de la época Clásica: ya que continuamente se interesaba por ellos; lo mismo por sus valores visuales como por sus valores literarios. Afirma que en la cumbre del arte medieval (siglos XIII y XIV), no se usaban los motivos clásicos para la representación de los temas clásicos, al mismo tiempo que, recíprocamente, los temas cristianos no eran expresados a través de los motivos medievales.
Se nos indica que esto debe a la diferencia entre la tradición representativa y la textual; ya que en aquella época se copiaban modelos que los artistas tenían a la mano, o inventaban los motivos de acuerdo con alguna tradición o fuente literaria. Desde el final de la Antigüedad se realizó una gran recolección de las historias o de la tradición con respecto de la mitología, lo mismo ocurrió durante la Edad Media; todas estas recopilaciones y posteriores comentarios a ellas servirían de fuente literaria para los renacentistas.
La separación de los temas clásicos de los motivos clásicos tuvo lugar no por falta de una tradición figurativa, sino a pesar incluso de esa tradición. En cualquier lugar donde se hallaba una imagen “clásica”, probablemente fue copiada, pero en medida que la civilización medieval llegó a su clímax, los motivos artísticos no se refirieron sino más bien a los temas medievales. No fue sino hasta el Quattrocento italiano que ocurrió la reunión entre motivos y temas clásicos. Se reintegraron y formaron un cuerpo más coherente entre lo que se copiaba y lo que se quería decir.
Algunos ejemplos mencionados por Panofsky
En el siglo IX las ilustraciones de un texto referente a la astronomía contiene imágenes mitológicas tales como Perseo, Hércules o Mercurio; que se representan de una manera totalmente clásica, aunque más bien toscas.
Siglos más tarde, aquellas imágenes “clásicas” caen al olvido y son sustituidas por otras, inventadas en su mayor parte, además irreconocibles de cualquier atisbo de clasicismo: la Venus podía aparecer representada como una elegante joven realizando alguna actividad delicada; Júpiter aparecería como un juez; y Mercurio como un clérigo o algún viejo estudioso. No fue sino hasta el Renacimiento que Júpiter recobró su aspecto del Zeus clásico, ni Mercurio la juvenil belleza de Hermes.
La metodología panofskiana, si bien sirve como potente repertorio interpretativo, y a lo largo de las décadas ha sido estudiada por disciplinas varias, acaso tiene como mayor reto y problema en su aplicación lo que aparenta ser su mayor virtud: la erudición. El método iconológico requiere de una profunda erudición para ser serio y efectivo, pareciera que su aplicación es únicamente posible tras muchos años de estudio y varios grados académicos. En el siglo XXI, empero, puede funcionar como complemento de otros estudios más al día, como los estudios culturales, los visuales o inclusive los decoloniales, aunque también provoca la pregunta si realmente es deseable acceder a una erudición tan profunda en una época en la que priva la urgencia por lo inmediato.
Libro disponible en: amazon